Dicen que los planes que surgen a última hora son garantía de las mejores experiencias de la vida y cuando, por casualidad, averiguas que existe un submarino amarillo en medio de la nada y que, milagrosamente, queda una noche disponible en tu recorrido por Nueva Zelanda, no te lo piensas dos veces.
Este peculiar alojamiento, disponible en Airbnb, es el sueño de todo fan de «Los Beatles» y su archiconocido «Yellow Submarine«. Es ideal para perderte por el campo neozelandés, respirar la naturaleza y hacer una desconexión digital: no hay ni cobertura, ni Wi-Fi; el perfecto ataque de ansiedad para los adictos a la tecnología. Localizada cerca del pueblo Marton, en el sur de la isla norte, debería ser una parada obligatoria durante tu viaje por carretera en Nueva Zelanda. El submarino está a dos horas en coche del Parque Nacional de Tongariro y cae de paso en tu recorrido hacia Wellington.
El GPS te desvía por una carretera secundaria repleta de colores verdes por todos sus alrededores. Después de unos minutos al volante, entre la frondosidad de los árboles, comienzas a vislumbrar un voluminoso cuerpo amarillo que contrasta con los colores naturales. En ese momento sabrás que has llegado a tu destino, porque… ¿en qué otra parte de Nueva Zelanda ibas a encontrar un submarino amarillo en mitad del campo?
Al bajar del coche eres recibido por los sonidos de la fauna local, pero también por los mosquitos. Al rodear el submarino llegas a la «cubierta» principal. Aquí comienza la aventura: al entrar por la escotilla, suena la archiconocida canción de la banda británica. El sonido proviene de una radio que emite todo tipo de sonidos característicos de un submarino y que puedes ir amoldando a tu gusto.
Cuidado porque hay una figura vigilante al entrar y que está muy bien escondida en una esquina: se trata de un tenebroso maniquí, o capitán, que pasa desapercibido en los primeros segundos, pero que, al darte la vuelta, puede darte un buen susto.
La entrada hace las veces de salón, cocina y mesa de trabajo. Al subir unas escaleras alcanzas la cabina principal. No llegarás muy lejos tomando los mandos del submarino, porque la costa no están tan cerca.
Tras el salón se encuentra la habitación con una litera. El espacio es estrecho y sofocante, pero al cabo de unos minutos la lógica se junta con la adrenalina de la experiencia: así se vive en un submarino real, respira profundo.
Por último, el baño no tiene desperdicio. No estamos ante el trono más cómodo del mundo, pero al menos las vistas acompañan.
Pasar la noche entre sonidos de la naturaleza dentro del espacio reducido de un submarino es una experiencia inolvidable. Al principio cuesta conciliar el sueño, pero el cansancio de la carretera hace mella en el cuerpo. A partir de las 6AM notarás los primeros rayos de Sol que te alertarán de que es hora de seguir con tu «road trip» por Nueva Zelanda.
Ésta va a ser una historia que querrás compartir con todo el mundo y que además, resultará totalmente asequible, al costar solo $79 la noche (unos 62 euros). Una aventura que, no solo echa a volar la imaginación de los más pequeños de la casa, sino que también da alas a las mentes de los adultos.
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