El pasado jueves, un fuerte seísmo de escala 8.2 sacudía el sur de México y dejaba aterradoras imágenes como éstas. Los testigos del terremoto más fuerte registrado en la historia de México no solo captaron imágenes del temblor, sino que accidentalmente también pudieron observar, atónitos, unas extrañas luces en el cielo. Estas ráfagas fueron incesantes, durante los segundos que duró el terremoto y provocaron confusión en las ciudades afectadas:
Entre ruidos de cristales estallando, edificios derrumbándose y los ladridos de perros, se dejaba ver una especie de tormenta en el cielo. Algunos creyeron que eran «auroras boreales» o cables de alta tensión explotando. Los amantes de las teorías conspiratorias se atrevieron a decir que se trataba de un ataque alienígena o incluso del mismísimo Apocalipsis. Pero la realidad es muy diferente y hay un argumento científico detrás de este asunto.
El fenómeno de la triboluminiscencia
Así se denomina a esta espectáculo de luces que se produjo durante el seísmo: triboluminiscencia. Se trata de una descarga eléctrica producida por el choque de las fallas que provocan los seísmos. Si la intensidad supera la magnitud 5, entonces hay mayores probabilidades de que se produzcan dichas descargas eléctricas que son liberadas al cielo. Con un terremoto de 8.2, las descargas fueron más notables debido a la gran magnitud del temblor y la energía que las placas liberaron.
Este fenómeno se puede producir antes de que empiece el temblor, por lo que serviría como un aviso del movimiento sismológico. Sin embargo, también puede darse durante el terremoto y después. Los tonos de estas luces pueden variar entre colores azulados, blancos y violetas.
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