Un viaje al desierto del Sáhara por el Marruecos más auténtico

La señal del cinturón se enciende avisándonos de que nuestro descenso hacia Ouarzarzate en Marruecos ha comenzado. Por la ventanilla, la sombra del avión se hace cada vez mayor a medida que nos acercamos a tierra. Se refleja entre los marrones secos del abrupto terreno para continuar bañándose en las aguas de la presa que abastece a la ciudad. Después recorre los tejados de la urbe más importante de la región del Draa. ¡La aventura ha comenzado!

PREPARATIVOS PARA UN VIAJE POR MARRUECOS

Ryanair empezó a operar una nueva ruta entre Madrid y Marruecos el pasado mes de octubre. La ciudad de Ouarzarzate, al sur del Alto Atlas, se sumó a los destinos de la aerolínea irlandesa acercándonos así a las puertas del desierto y facilitando una escapada corta y diferente.

Kasbah Taourirt en Ouarzarzate. © Elena Ortega

El desierto del Sáhara marroquí es uno de esos lugares que todo viajero tiene en su lista. Tan cerca de nosotros y a la vez tan lejos, tan desconocido y tan mágico. Si además eres de los que prefieren las rutas por libre, Marruecos es tu destino.

Cómo llegar y desplazarse por Marruecos

Muchas ciudades de Marruecos están conectadas con las principales capitales europeas. Para este itinerario concreto, un vuelo directo a Ouarzarzate es posible desde Madrid los martes y los sábados.

La mejor forma de llegar al desierto es contratando un guía-conductor o por medio de un coche alquilado, preferiblemente todoterreno. Para mayor comodidad y seguridad, en este caso en LyxPlanet optamos por buscar un guía-conductor. Nos facilitaría el acceso a lugares llenos de autenticidad, pues la intención era aprovechar el viaje para hacer La Ruta de las Mil Kasbahs, aseguraríamos no perdernos y ahorrar tiempo para ver el mayor número de lugares posible y aprenderíamos más sobre la cultura autóctona.

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Tras contactar con varios guías, Hamid, de la agencia Corazón de Marruecos, se presenta como el mejor candidato: contesta rápidamente a todas las dudas y facilita soluciones a las propuestas que le hacemos. Así que optamos por contar con el servicio de este bereber de Khamlia, ¿quién mejor que él para perseguir la autenticidad en pueblecitos como Khamlia? Sin duda, acaba convirtiéndose en el mejor guía y compañero para nuestro viaje.

Destacar su simpatía, siempre dejando espacio a la intimidad del viajero, su cautela conduciendo y la amplia gama de coches todoterreno completamente nuevos que pone a disposición de los clientes. Da gusto sentir que has elegido bien la parte más importante del viaje.

Hamid, de Corazón de Marruecos, con un zorro del desierto. © Elena Ortega

¿Es necesario sacar visado para viajar a Marruecos?

Las personas de nacionalidad española tan solo necesitan tener el pasaporte en vigor para entrar en Marruecos. Lo mismo sucede con la mayoría de países de América. Tanto al llegar como al salir, simplemente será necesario rellenar un pequeño impreso y entregarlo al pasar pasar el control de pasaportes.

La página del Ministerio de Asuntos Exteriores de Marruecos ofrece más información al respecto.

Moneda

La moneda utilizada en Marruecos es el dírham. Hay billetes de 20, 50, 100 y 200 dírhams. Al cambio, 100 dírhams equivalen aproximadamente a algo menos de 10 euros.

Es conveniente llevar suficiente dinero en efectivo, pues muchos establecimientos no aceptan el pago con tarjeta de crédito.

Ait Ben Haddou es un pueblecito perfecto para las compras. © Elena Ortega

Idioma

El árabe es el idioma oficial del país, pero debido a su pasado, el francés también está muy extendido. No obstante, tanto el español como el inglés se imparten en la mayoría de las escuelas debido a su apertura al turismo.

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Hasta en los rincones más escondidos de este itinerario, será posible encontrar a alguien que hable español.

Clima

¿Cuál es la mejor época para viajar a Marruecos?

La temperatura en Marruecos varía mucho según la época del año, y oscila bastante entre el día y la noche, especialmente en invierno. En otoño suele ser temporada de lluvia. En verano el termómetro puede alcanzar los 40 grados e incluso que se de alguna tormenta de arena. Primavera tal vez sea la mejor estación para visitar el país, con temperaturas más suaves y agradables.

ITINERARIO DE CUATRO DÍAS POR MARRUECOS

Día 1. Ouarzarzate, la ciudad del cine

Nada más aterrizar en Ouarzarzate, nos dirigimos a los Estudios Atlas, a las afueras de la ciudad. Estos Estudios de Cine fueron los responsables del crecimiento económico de la zona desde su inauguración. El paisaje que los rodea nos va sumergiendo en los escenarios de las películas que aquí se rodaron: Lawrence de Arabia, La Momia, Gladiator, Astérix y Obélix: Misión Cleopatra, La Joya del Nilo,…

Los escenarios de Estudios Atlas. © Asier Calderón

Durante el recorrido veremos algunos de los decorados que aún se mantienen: un templo egipcio, el mercado de esclavos de Gladiator, el caza utilizado en La Joya del Nilo por Michael Douglas. La visita no pasa de ser curiosa y prescindible si al viajero no le sobra el tiempo, ya que las instalaciones tienen un aire un tanto decadente. Como curiosidad, indicar que Ouarzarzate también ha acogido otros dos estudios menos emblemáticos: Kanzaman y CLA Studios.

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Nos trasladamos al centro de la ciudad para ver el que sin dudas es su principal atractivo: la kasbah de Taourirt. Esta construcción realizada en adobe y declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, será la primera de muchas en nuestro recorrido por la Ruta de las Mil Kasbashs hasta llegar al desierto. Y es que las kasbahs representan la arquitectura tradicional de la zona y, durante el viaje, nos sumergirán en fascinantes historias de las familias que en ellas vivieron.

El palacio de Taourirt fue mandado construir por la poderosa familia bereber El Glaoui en el siglo XVIII para la ruta del oro entre Marrakech y Tombuctú. Su sencillo exterior escondía un opulento interior con rica decoración en madera policromada. Los alrededores del palacio están formados por laberínticas calles que nos acercan la vida local más auténtica haciéndonos partícipes de ella.

La kasbah de Taourirt es laberíntica. © Elena Ortega

Antes de que anochezca, nos dirigimos a la Plaza Al Mouahidine caminando por la Avenida de Mohamed V, principal arteria de la ciudad y donde se encuentran buenos restaurantes en los que deleitarse con las delicias del país. Es el caso del Restaurante Jardin des Aromas, un establecimiento elegante que sirve ricos platos marroquíes. Frente al restaurante, la Plaza Al Mouahidine y el vibrante mercado nos regalan otro pedacito del día a día en Ouarzarzate.

Día 2. Desde Ouarzarzate hasta el desierto del Sáhara por la ruta 9

Nos alejamos de Ouarzarzate para recorrer los 360 kilómetros que nos separan del desierto. Por el camino cañones, montañas, y muchas kasbahs nos regalarán unas panorámicas maravillosas de la región.

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La ruta está repleta de kasbahs como ésta. © Asier Calderón

Para llegar hasta nuestro destino, podremos hacerlo por la ruta 10, en dirección a Tinerhir, o por la 9, pasando por Tamnougalt. Hamid nos recomienda ir por esta última para parar en uno de los puntos que hemos marcado en el recorrido: el mercado de Rissani. Este antiguo mercado solo abre los domingos, martes y jueves; algo que deberemos tener en cuenta a la hora de organizar el viaje.

Ponemos rumbo al desierto por la ruta 9, Hamid le da al play y la música del grupo tuareg Tinariwen se convierte en la banda sonora del viaje. ¡Ya estamos inmersos en la cultura bereber!

Cruzamos el Pequeño Atlas de tonos negros y rojizos observando la escasa vegetación que salpica las escarpadas montañas. A medida que avanzamos, el contraste del paisaje se hace más notable. Caprichosas formaciones rocosas nos acompañan por el camino y no podemos evitar detenernos en una de ellas convertida en cañón.

Los cañones perfilan el paisaje de las rutas 9 y 10. ©  Asier Calderón

El trayecto continúa sucediéndose entre acacias, colinas imposibles y palmerales que emulan espléndidos oasis. Los más impresionantes del recorrido serán los palmerales de Agdz y Nkob, un poco más adelante.

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Tras un breve descanso en Agdz, llegamos al pueblo de Tamnougalt, o como también es conocido “la madre de todos los castillos”. En Tamnougalt es famosa la Kasbah des Caids, que data del siglo XVII. A la entrada aguardan unos chicos para cobrar la entrada de 20 dírhams y guiarnos entre desnudas estancias en penumbras. Para terminar de perdernos por el pasado de estas típicas construcciones, paseamos por las callejuelas de alrededor que, entre los recovecos de sus muros, dejan entrever los yermos terrenos y las montañas del Atlas.

A 15 minutos, la escondida kasbah de Timiderte espera a los escasos turistas que llegan hasta ella. El recibimiento es algo más desolador debido a su estado semiabandonado. A la entrada, un burro yace moribundo en el suelo.

Tazarine y Rissani serán las últimas paradas a las puertas del desierto.Rissani fue una importante emplazamiento comercial en el siglo XIV, tradición que se ha seguido conservando de la mano de su popular mercado. En él se venden desde zapatillas a ovejas y cabras pasando por todo tipo de alimentos. Los olores, colores y la tradición son los protagonistas de la vibrante vida que hay en Rissani durante los martes, jueves y domingos.

Las kasbahs muestran la vida de la zona. © Asier Calderón

El desierto, cada vez más cerca, nos espera con su infinito mar de dunas. En el punto de encuentro acordado con el dueño del campamento en el que nos alojaremos, nos esperan unos dromedarios para trasladarnos hasta nuestra jaima. Un trayecto de una hora entre médanos, que nos va sumergiendo en la paz y el misticismo del desierto. Ya junto al campamento, nos bajamos de los dromedarios y escalamos hasta una de las dunas más altas para disfrutar de la puesta de sol. Los dorados de la arena se acentúan mientras el cielo se tiñe de naranjas que, poco a poco, se tornan en rosas.

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Antes de que se disipen las últimas luces del atardecer, descubrimos estupefactos nuestro alojamiento Caravanserai Luxury Desert Camp: zonas chill out con maravillosas vistas, una hoguera para afrontar las frías noches, una jaima restaurante en el que nos sirven una copiosa y rica cena a base de platos típicos (tajín y el cuscús son solo algunos de ellos) y once tiendas con baño privado, camas King size y todos los complementos que se pueden encontrar en un hotel normal. Nunca hubiera imaginado que un campamento perdido en el desierto pudiera estar tan lleno de detalles. Por supuesto tampoco falta conexión wifi, desconectar completamente es una elección al alcance de todos.

Los atardeceres en el desierto son mágicos. © Elena Ortega

El momento más especial del viaje llega cuando, junto a la hoguera, la música bereber de los trabajadores del campamento toma protagonismo bajo el cielo estrellado.

Día 3. Desde el desierto hasta la Garganta del Dades por la ruta 10

Madrugar no es nada fácil, especialmente si eso implica salir del calor de las innumerables mantas que cubren la cama. He dormido hasta con el gorro puesto para soportar los dos grados bajo cero que ha marcado el termómetro, ¡no todo iba a ser comodidad en el desierto! Pero madrugar con el propósito de presenciar los colores del sol reapareciendo entre dunas, no resulta tan complicado tras una ducha de agua caliente. Me sorprendo a mí misma al salir de la jaima y comprobar que soy la primera que se ha levantado. Tomo asiento en una de las sillas que rodean las dunas del campamento ataviada con todo mi equipamiento para el frío. Entonces da comienzo el espectáculo.

A los pies de las dunas de Erg Chebbi se encuentra Khamlia, la primera parada del día. Hasta allí llegamos en el coche de Hamid. Tras la experiencia del trayecto en dromedario del día anterior tengo agujetas y considero que mi afán aventurero ha sido suficiente por el momento.

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El pueblo de Hamid fue fundado en los años 50 por los descendientes de esclavos, llevados en caravanas a través del desierto desde el sur de África. De etnias Gnawa y Bereber, son conocidos por su cultura musical, por lo que nos obsequian con la música de sus tambores, el sonido del desierto.

Por el itinerario a través de la ruta 10, saludamos a un simpático zorro del desierto, pasamos por casas de fósiles (huellas de un pasado prehistórico sin parangón), conocemos familias nómadas que viven junto a pozos de los que se abastecen y palpamos la vida local a nuestro tránsito por pueblos árabes (Jorg) y bereberes (Toirog o Mlaab y su sencillo cementerio a la entrada).

El recorrido nos premia con nuevos amigos. © Asier Calderón

El pueblo de Erfoud, en el que conviven árabes y bereberes, es otra parada perfecta para ver fósiles y probar los dátiles, tan populares en la zona. Si da la casualidad de que estamos aquí en octubre, además podremos disfrutar de su famoso Festival de Dátiles.

Tampoco faltan visitas a kasbahs en el recorrido de hoy, como la bien conservada El Khorbat y su completo museo, en el que, por 20 dírhams, podremos informarnos sobre la vida de estas fortificaciones. La enorme kasbah judía del Todra, de camino a la garganta del mismo nombre, presenciará otra de las muchas panorámicas impresionantes que decoran la ruta 10.

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Una vez en la Garganta del Todra, paseamos junto a un riachuelo situado entre grandes desfiladeros. ¡Qué maravillosa es la naturaleza!

La garganta del Todra, naturaleza llena de autenticidad. © Asier Calderón

La Garganta del Dades es otro de los enclaves naturales imprescindibles de este recorrido. Para visitarla habrá que realizar el trayecto que separa Boumalme Dades de Msemrir, unos 30 kilómetros de carreteras serpenteantes sobre las que cuelgan pueblecitos muy fotogénicos. Los acantilados de Tamlalt, más conocidos como “los dedos de mono”, serán uno de los enclaves más especiales en la garganta.

Día 4. Desde el Valle del Dades hasta Ait Ben Haddou

Amanecemos temprano para dejarnos conquistar por las últimas fotografías del Dades y poner rumbo al último destino del viaje: Ait Ben Haddou.

Avanzamos entre nuevos valles y llegamos al de las rosas, que tiene su estampa culmen en primavera, cuando miles de rosas despliegan todo su color. En Kelaat M´Gouna podremos hacernos con productos hechos a base de estas flores. Este pueblo celebra en mayo el Festival de las Rosas, un festejo que reúne a cientos de personas de todo Marruecos entorno al espectáculo de la floración.

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En Skoura vemos decenas de kasbashs abandonadas y rodeadas por palmeras. Visitamos la Kasbah Amridil. Más estancias laberínticas repletas de antiguos utensilios, amplias terrazas con vistas a palmerales y una sencilla fachada decorada con motivos geométricos. Podría ser igual que todas las que hemos visto hasta ahora, pero no, ésta nos enamora de una forma especial.

La kasbah de Amridil es una de las más bonitas del itinerario. © Elena Ortega

Siguiendo el recorrido, cruzamos de nuevo las montañas, aunque esta vez el Alto Atlas sorprende con sus nevados picos. Pasamos Ouarzarzate y a una hora de distancia llegamos a Ait Ben Haddou, un pueblo en el que se han rodado numerosas escenas de cine producidas por los Estudios Atlas.

El acceso más especial a la parte vieja del pueblo lo haremos a través del aparcamiento de autobuses, para a continuación cruzar el río por una especie de puente hecho a base de sacos. Nos detenemos a admirar esa maravilla de ksar a los pies del Atlas antes de adentrarnos por las enrevesadas y coloridas callejuelas que dirigen a su cima.

El último atardecer de Marruecos nos deja una inolvidable imagen de tierras recónditas. Esas de ocres salpicados por palmeras y coronados por los picos nevados del Atlas.

Ait Ben Haddou, un pueblo de cine. © Asier Calderón

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